Lo que se gana de una vez
A Rosario la conocí en una lectura de poesía. Me acerqué tímida a decirle que su obra llenaba de ternura mi mundo. Me miró y me dijo "aaaayyyy... te sale lo dulce por esos ojitos".
Perder a una música que amo es escuchar a Spinetta cantando para saber lo que es la soledad.
Un universo más hostil, otra parte rota, una vez más.
Hoy miro recitales de músicos consagrados, sus falsas zapadas masivas son pre-producciones online; mientras, imagino a Rosario parada en ese lugar. La veo a ella llena de purpurina, coronada de hojas secas, con un vaso de vino en la mano, diciendo las palabras que importan. Las personas escuchando, transformándose.
En mi mundo Rosario escribe poesía y la canta todo al mismo tiempo. Es ella parada en el escenario pero a la vez es mi vieja y es Sofia y también soy yo. Rosario también es las amigas y lo diferente, lo que no tiene lugar porque no es medible ni en tiempo ni en cantidades exactas.
El público nos escucha con atención y lo comparte y los dolores ajenos son evitables, por fin. Por fin aprendimos.
Perder a una persona que ilumina es difícil aunque se practique el arte de perder, cada día, todo el tiempo.
Y la vida a veces es injusta. Y la gente linda muere pero nos habita y después, cuando logramos movernos, tocamos y lo que tocamos se convierte en luz aunque el público sea de dos personas y nos sigan vendiendo que la felicidad es otra cosa.