Lo que te escribí mientras me quedaba dormida.
Nuevamente es tarde y no puedo dormir. Miro en la penumbra de mi casa, que en todo un mismo espacio contiene pequeños paréntesis, fragmentos de luz artificial. Un módem, un parlante. No quiero prender el celular, la gente en internet parece graciosa pero personalmente no lo es. Fuerzo los ojos para tratar de ver en la oscuridad del cuarto. Las ideas brillantes siempre se me aparecen mientras estoy dormida. Los textos se presentan y a medida que voy ingresando ese tal Morfeo me toma la mano y me dice: dale, soltalo. Siempre me llevé bien con lo que permanece apagado, con el vacío. De adolescente cambié las sonatinas por las historias de fracasos. Dicen que las historias de fracasos son oscuras, qué se yo. Las personas se aburren fácilmente porque no entienden la idea de salir perdiendo y todo a priori lo piensan como un futuro éxito. Yo siento el final en el principio de todas las cosas. Cecilia Pavón tiene un ejercicio en su taller que consiste en caminar en la noche de un cuarto e ir a tientas hasta chocar, chocar con algo. Luego, hay que identificar con qué se choca y luego, escribirle a ese objeto un poema. Almacenada en la espera profunda de quién sabe qué en mi cama mientras modém parlante pc o celular, se me presentan todos accidentes. Las pantallas iluminan para que el ojo no se pierda, para que podamos distraernos de lo que duele. Yo me choco, me choco y me vuelvo a chocar. Y escribo un poema y otro y otro. A veces y con suerte, logro identificar el objeto, me lo encuentro de casualidad, parece que nos reconocemos mutuamente. Otras ,y por desgracia, no entiendo ni la forma ni de donde viene, lo cual según el tamaño del dolor representa un problema, independientemente del resultado, como por ejemplo este texto que igual, aún así, lleva tu nombre.