Mis vecinos los agretas.



Como desde hace unos días vengo con insomnio me decidí a hacer un bizcochuelo de vainilla. La noche en que se me ocurrió no tenía todos los ingredientes, así que llegada la mañana fuí a la china de la vuelta y me compré lo que faltaba. La madrugada siguiente, y aún con problemas de sueño, me dispuse a batir en un bol con suavidad y esmero para que salga esponjoso. Cociné todo en el horno el tiempo que mi abuela me había indicado unos años atrás, cuando me pasó la receta por primera vez. Terminado el tiempo de cocción ya eran las 5 am, mi casa y el palier olían a galletita y pensé en que eso era un bien comunitario y compartido por mi, para todos mis vecinos, para todo el barrio. Me decidí a llevarles un pedazo del postre a cada uno de los departamentos de mi piso hasta llegar a cubrir el resto del edificio y hasta que se acabe el bizcochuelo. Previo, esperé que se haga de día y arrancado el movimiento matinal, mandé mensaje de wasup para que sepan.

Ninguno me respondió. 
Me enojé mucho con cada uno de ellos hasta que se me pasó y acomodé el enojo hacia este sistema perverso que nos regala miedo para vendernos seguridad. 

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