Hable despacio, por favor, que me cuesta.

Me pasa con las cosas
que me confundo todo el tiempo.
La gente dice no tengo plata,
pero yo los veo comer,
veo fotos en los sitios de moda,
de vacaciones en New York,
con ropa nueva,
de marcas nuevas.
La gente dice amo a mi familia,
y eso también me confunde.
Pegan calcos de todos ellos
en las partes de atrás de sus autos,
y pareciera que
cuantos más mejor,
como si en la cantidad estuviera la calidad.
Un hombre un día me dijo
que el auto era de el me dijo,
solo de el,
eso me dijo.
Me confunde.
Veo a una mujer que dice mi marido me respeta
y a un hombre que solo se siente desdichado porque su esposa le fué infiel.
Una vecina de mi departamento que está muy enferma
y no tiene plata para los medicamentos,
pero los hijos le pagan el centro de estética.
Eso me confunde.
Algunos dicen preocuparse por los demás
pero miran para el costado
cuando realmente se sienten expuestos,
como si ya no hubiera allí mismo
una exposición,
alguien en peligro,
un derrumbe antiguo,
que viene cayendo y cayendo.
Miran para el costado.
Eso también me confunde.
Lo que dan que les sobra
y solo por eso lo dan.
Echan a menores de edad de restaurantes
porque piden
soltando estampitas con suciedad
en la mesa de los comensales,
pero permiten a los niños de clientes
jugar, gritar, patalear.
Me confunden.
A veces son tan cercanos
que dicen te quiero y te engañan.
O te tocan sin que quieras.
O te queman.
O te acuchillan por la espalda.
A veces no dicen nada y simplemente se quedan.







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