Mini cuentito.

Julia miraba por la ventana del auto, el sol pegaba fuerte en la costa, era verano y la brisa traía olor a mar y protector solar. Sus manos sudaban e intentaba no pensar, ni en ello ni en nada más. Le resultaba imposible evitar el dolor de su vientre, el estómago agitando pedía eliminar todo lo que llevaba hace años dentro, lo rancio de una infancia descarrilada por los ejes de una vía que no podía emparejar. Más adelante pensaba, quizás. En un momento en que el sol no agudizaba tanto el pestañeo de sus ojos pudo divisar a una señora mayor, tenía una joroba prominente que llegaba casi al piso doblándola al medio, en una de sus manos llevaba una botella de cerveza, la velocidad del auto dejaba atrás a la vieja con su silueta cada vez más de espaldas llevándose el pico de la botella a la boca para beber, esto desconcertó a Julia unos segundos hasta después de perder a esa mujer hacia la nada. Lo visual de la escena le permitió sentirse culpable en un transcurso del recorrido, ella era tan jóven y rosagante, hermosa e inteligente, tan sagaz, sin embargo no pudo no sentirse culpable. Todos esos pensamientos que la bautizaron alguna vez y que había ido acumulando la habían enchufado a un sistema descendente que con 26 años la conectaban a todo lo peor. Y ahí entraba la vieja, consumida, comprando boletos para salir a caminar por el sol que le quemaba el tiempo con tanta prisa y aún así bebiéndose una cerveza del pico que le chorreaba la mano. Quizás antes no pensaban tanto, pensaba Julia.
¿Hablaste con Celia?, la voz de Mariano la sacó de donde se encontraba.

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